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Los soldados romanos hicieron que Jesús cargue su propia cruz. Dos criminales sentenciados a muerte por crucifixión también tuvieron que hacer lo mismo. Todos ellos fueron llevados a las afueras de la ciudad para ser crucificados. Una gran multitud los seguía, incluidas las mujeres que lloraban y se lamentaban por Jesús. – Número de diapositiva 1
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Jesús estaba débil por los golpes que había recibido y se cayó. Los soldados tomaron a un hombre de la multitud, Simón de Cirene (ciudad al norte de África) y lo obligaron a llevar la cruz. – Número de diapositiva 2
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Llevaron a Jesús a las afueras de la ciudad a un lugar llamado Gólgota (que significa “el Lugar de la Calavera”). Jesús y los dos criminales fueron clavados en sus cruces. Jesús fue colocado en el medio con un criminal a cada lado. Eran las 9 en punto de la mañana. – Número de diapositiva 3
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Los soldados se repartieron la ropa de Jesús entre ellos. La túnica, tejida en una sola pieza sin costuras, era demasiado valiosa como para dividirla, así que la echaron a suertes. Entonces se cumplió la profecía del Salmo 22:18: “Se repartieron mis ropas entre ellos y echaron a suertes mi túnica”. – Número de diapositiva 4
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Aquellos que pasaban insultaban a Jesús y sacudían la cabeza diciendo:<br/>–Dijiste que destruirías el templo y lo volverías a construir en tres días. Baja de la cruz y sálvate a ti mismo. – Número de diapositiva 5
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Los principales sacerdotes y ancianos se burlaban:<br/>–Salvó a otros pero no puede salvarse a sí mismo.<br/>Los soldados también se unieron en las burlas. – Número de diapositiva 6
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Uno de los criminales se unió a aquellos que insultaban a Jesús.<br/>–¿Acaso no eres el Mesías? ¡Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!<br/>Pero el otro criminal lo reprendió.<br/>–¿Acaso no temes a Dios? Nosotros recibimos nuestro justo castigo, pero este hombre no ha hecho nada malo. –Entonces se volvió a Jesús y le dijo–: Jesús, recuérdame cuando llegues a tu reino.<br/>Jesús respondió:<br/>–En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso. – Número de diapositiva 7
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Al mediodía, la oscuridad se apoderó de la tierra hasta las tres de la tarde. – Número de diapositiva 8
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Alrededor de las tres de la tarde, Jesús gimió en voz alta:<br/>–Dios mío, ¿por qué me has abandonado? –Luego, Jesús exclamó–: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.<br/>Y dio su último suspiro. – Número de diapositiva 9
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El centurión romano a cargo de la crucifixión, que había visto a Jesús morir, de pronto alabó a Dios y dijo:<br/>–Verdaderamente este era el Hijo de Dios. – Número de diapositiva 10
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Como se acercaba la noche y al día siguiente era Sabbat, Pilates dio permiso para que les rompieran las piernas a los crucificados y pudieran morir más rápido. Les rompieron las piernas a los dos criminales a cada lado de Jesús. Como Jesús ya había muerto, un soldado le clavó una lanza en un costado y le hizo salir sangre. Esto cumplió las profecías que decían que “Ningunos de sus huesos serían quebrados” (Salmo 34:10) y “mirarán a aquel que han perforado” (Zacarías 12:10). – Número de diapositiva 11
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Un hombre bueno y justo llamado José de Arimatea, quien era miembro del consejo judío, se presentó ante Pilates y le pidió permiso para enterrar a Jesús. Pilates aceptó. – Número de diapositiva 12
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José bajó el cadáver de Jesús, lo envolvió en una tela de lino y lo llevó a una tumba vacía abierta en la roca. – Número de diapositiva 13
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Se colocó una gran piedra cubriendo la entrada. Los fariseos, que habían escuchado a Jesús decir: “Después de tres días, resucitaré”, le pidieron a Pilates que colocara un guardia en la tumba. – Número de diapositiva 14
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Se selló la tumba y se colocó un guardia en la entrada. – Número de diapositiva 15
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Número de diapositiva 16