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Hace mucho tiempo, cuando los jueces gobernaban la tierra de Israel, vivía un gran juez hebreo llamado Samuel. Samuel, era mucho más que un juez; también era profeta y comandante del ejército.<br/>Cuando Samuel envejeció, nombró jueces a sus hijos para que lo ayudasen a gobernar al pueblo. Pero sus hijos hacían lo que les venía en gana. Amaban al dinero más que a Dios y tomaban decisiones incorrectas si se les sobornaba.<br/>Finalmente, los israelitas se cansaron del mal comportamiento de los hijos de Samuel. Acudieron a Samuel y le dijeron: “Eres viejo y tus hijos se comportan mal. Danos un rey para que nos gobierne, como a las otras naciones”.<br/>“No necesitáis un rey que os gobierne”, les dijo Samuel airadamente. “Jehová, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, es su rey”. Pero no importaba lo que dijera, la gente no escuchaba e insistía en tener un rey.<br/>* ¿Sabías que Yahvé era el nombre hebreo para Dios? – Número de diapositiva 1
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Para sorpresa de Samuel, Dios le dijo: “Escucha a tu pueblo y haz lo que te pide. Dales un rey, pero adviérteles lo que un rey les traerá”.<br/>“Un rey os hará tener vidas miserables,” dijo Samuel advirtió a la gente. “Reclamará la décima parte de las cosechas y del ganado, y os convertiréis en sus esclavos”. Pero, los israelitas se taparon los oídos, negándose a escuchar. “Danos un rey que nos gobierne”, decían.<br/>Samuel, no se atrevió a elegir un rey él mismo. Esperó a que Dios eligiera al hombre indicado. De las Doce Tribus de Israel, Dios escogió a un hombre llamado Saúl. Era alto y apuesto, exactamente como un rey.<br/>“Dios te ha nombrado rey de los israelitas,” dijo Samuel a Saúl. Y derramó aceite de oliva sobre la cabeza de Saúl para ungirlo como rey. “Tu misión será gobernar a este pueblo y protegerlo de sus enemigos”. – Número de diapositiva 2
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Samuel reunió al pueblo de Israel en Mizpa para que diera la bienvenida a su nuevo rey. “Dado que habéis rechazado a Dios como vuestro rey, Dios ha escogido a un hombre llamado Saúl, de la tribu de Benjamín, para gobernaros”, anunció Samuel.<br/>Pensaréis que Saúl estaría entusiasmado por convertirse en rey. Pero en realidad tenía miedo. Se escondió entre las tiendas para que no lo pudieran encontrar. Los israelitas corrieron a buscarlo y lo llevaron ante el pueblo. “Éste es el hombre que Dios ha escogido,” gritó Samuel. “¡Larga vida al rey de Israel!”, gritaron todos los presentes.<br/>Saúl no sabía lo que significaba ser rey. Cuando necesitaba saber qué debía hacer a continuación, pedía la respuesta a Dios. A veces Dios le respondía en sueños; en otras ocasiones, lo hacía a través de su profeta Samuel. Pero Saúl no siempre escuchaba a Dios. – Número de diapositiva 3
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Un día, Saúl reunió a los israelitas en Guilgal para enfrentarse a sus enemigos, los temibles filisteos, quienes tenían miles de carruajes e incontables soldados. Los soldados de Saúl estaban aterrorizados; huyeron para salvar sus vidas y se escondieron en cuevas, torres de vigilancia y agujeros excavados en la tierra.<br/>Samuel envió un mensaje a Saúl: “No pises el campo de batalla hasta que hayamos hecho un sacrificio a Dios”. Sin embargo, transcurrieron muchos días y Samuel no se presentó para llevar a cabo el sacrificio. Saúl no quiso esperar más y realizó el sacrificio él mismo.<br/>Nada más terminar, llegó Samuel. “¿Qué has hecho?”, gritó. “Los filisteos están listos para atacar y mis soldados están huyendo,” dijo Saúl. “Dijiste que vendrías, pero no lo hiciste. De manera que llevé a cabo el sacrificio yo mismo”.<br/>“¡Estúpido!”, exclamó Samuel. “Si hubieras obedecido las instrucciones de Dios, él habría dejado que tú y tus descendientes gobernaseis Israel para siempre. Pero dado que le has desobedecido, Dios encontrará a otro hombre para dirigir el Reino de Israel”. – Número de diapositiva 4
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Pasaron muchos años, y Samuel envejeció y se debilitó. Cuando murió, los israelitas se reunieron y lo enterraron en su ciudad natal, Ramá. Saúl también estaba muy triste, “Quién me ayudará a gobernar el pueblo de Israel?”, dijo. Su temor era que no pasaría mucho tiempo antes de que los filisteos atacaran nuevamente a los israelitas.<br/>Efectivamente, Saúl no tuvo que esperar demasiado. Una vez más los filisteos aparecieron a lo lejos, pertrechados para la batalla. Cuando Saúl avistó el enorme ejército filisteo, su corazón se estremeció. Había incluso más soldados y más carros que en la anterior batalla.<br/>“¿Qué voy a hacer?”, se lamentó Saúl. ¡Necesitaba la ayuda de Dios con rapidez!<br/>Trató de hablar con Él, pero Dios no respondió; ni en sueños, ni a través de profetas, ni por boca del sumo sacerdote. Todo lo que oyó fue el silencio. – Número de diapositiva 5
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El rey Saúl pasó la noche dando vueltas en su lecho. “¿Por qué Dios no me contesta?”, se preguntaba. “Si Samuel estuviera aquí, me diría qué debo hacer”. <br/>Poco después, Saúl ideó un plan terrible. Aunque había expulsado de Israel a las brujas y los hechiceros, dijo a sus sirvientes: “Encontrad a una mujer que pueda predecir el futuro hablando con los muertos. Tal vez ella me pueda decir cómo derrotar a nuestros enemigos”.<br/>“Hay una bruja que vive en una cueva cerca de Endor”, dijo uno de sus lacayos. “Vayamos a verla”. Los ojos de Saúl se iluminaron, pues la idea le gustó. “¡Sí! Ella puede hablar con Samuel en mi nombre”, aventuró. Pero el plan de Saúl no agradaba a Dios. – Número de diapositiva 6
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Saúl no perdió el tiempo. Se despojó de su armadura de batalla y se enfundó un disfraz especial, para que nadie supiera que era el rey.<br/>Cuando anocheció, Saúl y sus sirvientes abandonaron el campamento a escondidas y se dirigieron a Endor. Discretamente, sortearon a soldados listos para la batalla y recorrieron veredas estrechas y sinuosas. Una nube negra cubrió la luna y un viento frío comenzó a soplar. Fue un viaje oscuro y peligroso. <br/>Al cabo, llegaron a una cueva enorme. “Aquí es donde vive la bruja de Endor”, dijo uno de los siervos de Saúl. Los hombres trataron de echar un vistazo desde se detuvieron en la entrada. “¿Hay alguien?”, gritó Saúl hacia el interior. “No temas, sal aquí con nosotros”. – Número de diapositiva 7
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De repente, una figura vestida de negro surgió de la cueva. Su cabello largo y gris flotaba al viento. Saúl y los hombres se quedaron sin aliento. No podían creer lo que veían sus ojos. Frente a ellos se encontraba la bruja de Endor. <br/>La bruja miró de arriba a abajo a sus visitantes. Señalando con un dedo a Saúl, dijo enojada: “¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?”<br/>Saúl nunca había estado tan nervioso en toda su vida. Antes de hablar, inspiró profundamente. “Deseo conocer el futuro”, dijo. “Necesito que me traigas a alguien de entre los muertos”.<br/>La bruja contempló a Saúl con suspicacia. “El rey ha obligado a las brujas a abandonar la tierra de Israel. ¿Tratas de engañarme para que me maten?” La bruja no había reconocido a Saúl envuelto en un viejo manto de lana. ¡Su ingenioso disfraz había funcionado! – Número de diapositiva 8
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“No te preocupes” dijo Saúl a la bruja, mientras se ceñía el manto. “Vive Dios que no tendrás problemas con el rey por hacer esto”.<br/>La bruja se rascó la barbilla y reflexionó brevemente. “¿A quién debo traerte de entre los muertos?”, preguntó. Saúl contestó: “Trae al profeta Samuel”.<br/>Tomando a Saúl del brazo, la bruja condujo a los hombres al interior de la cueva. Los visitantes miraban todo a su alrededor con asombro. Telarañas gigantes cubrían las paredes. Una fogata crepitaba en mitad de la gruta, y su luz hacía brillar un sinfín de tarros con pociones.<br/>Impaciente, Saúl iba de un lado para otro. “No podemos perder ni un minuto más”, dijo. “Tráeme al profeta Samuel ahora”. – Número de diapositiva 9
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Dirigiendo una sonrisa malévola a Saúl, la bruja se inclinó sobre el fuego y comenzó a recitar extrañas palabras. El corazón de Saúl retumbaba atemorizado, pues sabía que no se debía intentar la comunicación con los muertos.<br/>Momentos después, figuras fantasmales comenzaron a reunirse en el exterior de la cueva. Cuando la bruja vio a Samuel, profirió un alarido y dijo a Saúl: “¿Por qué me has engañado? ¡Tú debes de ser el rey de Israel!”<br/>“No tengas miedo”, dijo Saúl, “y dime lo que ves”. La bruja miró horrorizada a las cegadoras figuras. “Veo seres etéreos que salen de la tierra”. Los ojos de Saúl se abrieron de par en par. “¿Qué aspecto tienen?,” preguntó. “Hay un hombre anciano vestido con una túnica”, indicó la bruja.<br/>Saúl contempló al anciano a través de la neblina. “Éste debe de ser el profeta Samuel”, dijo. y cayó al suelo, presa del pánico. – Número de diapositiva 10
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“Saúl, ¿qué estás haciendo?”, tronó Samuel. “¿Por qué me has despertado de mi sueño?”. Saúl se puso en pie y miró ansiosamente a Samuel. “Tengo problemas muy graves”, dijo. “Los filisteos se disponen a atacarnos. Dios ya no me habla, ni en sueños ni a través de los profetas. ¿Qué debo hacer?”.<br/>“¿Por qué me lo preguntas a mí?”, exclamó Samuel. “No hay nada que puedas hacer. Desobedeciste a Dios y Él entregó tu Reino a otro hombre. Jehová ha anunciado que tú y tus hijos pronto moriréis, y los filisteos derrotarán a tu ejército”.<br/>Sin añadir palabra alguna, Samuel regresó a su morada final en la tierra.<br/>Saúl estaba tan asustado que no podía hablar. Sus piernas temblaban como gelatina y nuevamente cayó al suelo. ¡Por nada del mundo quería luchar contra los temibles filisteos! – Número de diapositiva 11
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Antes de que Saúl y sus los hombres regresaran al campo de batalla, la bruja preparó una comida para que el rey recuperase las fuerzas. A continuación, volvieron raudos al frente para enfrentarse a los poderosos filisteos.<br/>Al amanecer, los filisteos atacaron a los israelitas de nuevo. Con un bramido atronador y envueltos en una gran nube de polvo, arremetieron con sus carros y sus jinetes contra los israelitas.<br/>Llevados por el pánico, éstos se dieron a la fuga. Pero los filisteos estaban decididos a matar a Saúl. Le persiguieron con espadas, flechas y afiladas armas hechas con bronce. – Número de diapositiva 12
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Mientras Saúl y su escudero trepaban por un escarpado risco, un arquero filisteo le disparó sus flechas. El rey se despeñar y golpeó fuertemente contra el suelo.<br/>Tumbado boca arriba, Saúl contempló el cielo. Sabía que los israelitas no eran rival para los poderosos filisteos. Dirigiéndose a su escudero, dijo: “Mátame con tu espada. Si los filisteos me capturan, me torturarán cruelmente”. El escudero sacudió la cabeza. “No”, se negó. “No me atrevo a matar al rey de Israel”.<br/>Saúl no podía esperar más. Desenvainó su propia espada y se lanzó sobre ella. Cuando el escudero vio que Saúl estaba muerto, le imitó para morir con él. Y así sucedió que Saúl y sus tres hijos murieron ese día, tal y como Samuel había vaticinado. – Número de diapositiva 13
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Al día siguiente, los filisteos volvieron al campo de batalla y localizaron los cadáveres de Saúl y de sus hijos. Los soldados les cortaron las cabezas y colgaron los cuerpos en la muralla de la ciudad de Beit She’an para que todos pudieran verlos.<br/>La noticia de la muerte de Saúl se propagó rápidamente por todo Israel. Cuando los habitantes de Jabes Galaad se enteraron de que su rey había fallecido, se enojaron.<br/>“¡Cómo osan los filisteos matar a nuestro valiente Rey!”, exclamaron. “¡Debemos encontrarlo y traerlo de vuelta a casa!”. – Número de diapositiva 14
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Los hombres más fuertes de la aldea se pusieron en marcha. Esa noche, mientras todos dormían, montaron en sus caballos y se dirigieron presurosos hasta Beit She’an. Allí, bajaron los cuerpos de Saúl y de sus hijos de la muralla, los ataron a sus caballos y galoparon de regreso antes de que los filisteos se dieran cuenta de lo sucedido.<br/>Esa semana, los israelitas dieron sepultura a Saúl y a sus hijos bajo un árbol. Lloraron y guardaron luto por su amado rey. No podían creer que el rey de Israel estuviera muerto.<br/>Incluso los reyes deben escuchar a Dios. Saúl perdió la vida porque desobedeció a Jehová y recurrió a una bruja para comunicarse con los muertos. Siempre es mejor confiar en Dios, obedecer sus instrucciones y seguir sus preceptos. – Número de diapositiva 15
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