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¿Te has preguntado alguna vez cómo sería tu vida si fueses profeta? ¿Cómo sería comunicarle los mensajes de Dios a la gente? Ése era el trabajo de Jonás hasta que Dios lo envió a una ciudad llena de desconocidos para transmitirles una advertencia especial. ¡Aún peor, aquellos desconocidos eran sus enemigos! Por esta razón Jonás no quería hacer el trabajo que Dios le había asignado.<br/>Jonás era un profeta hebreo que vivió en Israel hace mucho tiempo. Dios lo enviaba a comunicar mensajes importantes a los israelitas. Algunas veces estos mensajes eran advertencias; otras veces, Dios le daba a Jonás buenas noticias para compartir.  Pensarás que Jonás era un santo si Dios recurría a él, pero en realidad era como nosotros. No siempre actuaba como Dios quería.<br/>* ¿Sabías que Yah y Yahweh son dos de los nombres hebreos para Dios? – Número de diapositiva 1
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En aquel tiempo, el rey Jeroboam II reinaba sobre Israel. Era un rey muy poderoso y muy malvado. Construía palacios inmensos en vez de ayudar a la gente pobre, y adoraba a dioses falsos en lugar de adorar al Dios verdadero de Abraham, Isaac y Jacob. Con todo, Dios seguía amando al pueblo de Israel.<br/>Un día, Dios envió a Jonás con un mensaje para el rey: “Dile a Jeroboam que Israel conquistará a sus enemigos. Israel recuperará nuevamente la tierra que le fue arrebatada y se convertirá en una nación poderosa”.<br/>Jonás tragó saliva y se quedó mirando al suelo. Sólo de pensar en comunicar un mensaje de Dios al rey se le ponía la piel de gallina. ¿Y si el anuncio no se cumplía?  ¡El rey podría meterlo en la cárcel durante el resto de su vida! ¡Peor aún, podía matarlo! – Número de diapositiva 2
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A la mañana siguiente, Jonás se puso su mejor túnica y cruzó las atestadas calles en dirección al palacio real. Ascendió la escalinata y se inclinó ante el rey. “Majestad, traigo un mensaje de Dios”, anunció,, aclarándose la garganta.<br/>“¿De qué se trata?”, inquirió bruscamente el rey Jeroboam, mirando con mala cara a Jonás desde su gran trono de oro. No le gustaban los profetas con mensajes de Dios. Generalmente decían cosas que él no quería oír. El rey chasqueaba sus dedos impacientemente.<br/>“Ve y pelea contra los asirios”, dijo Jonás, “Dios te dará la victoria sobre tus enemigos y te convertirás en un rey todavía más poderoso”. El rey Jeroboam sonrió e hinchó su pecho. Le gustaba la idea de convertirse en un gran rey. – Número de diapositiva 3
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Esa misma semana, el rey reunió todos sus caballos, carrozas y soldados y marchó a pelear contra los poderosos asirios. Tomó la ciudad de Damasco y recuperó la tierra que le pertenecía a Israel.<br/>Jonás respiró aliviado. El anuncio de Dios se había hecho realidad. Ser profeta era mucho más agradable cuando Dios quería compartir buenas noticias. Pero Dios tenía otra misión para Jonás.<br/>Un día, mientras Jonás oraba bajo la sombra de un olivo, Dios le habló. Le dijo: “Jonás, deseo que vayas a la ciudad de Nínive, en Asiria”. Jonás frunció el ceño. La idea no le atraía en absoluto. A nadie le gustaban los asirios. ¡Eran tan sanguinarios como los tiburones! “Si me presento allí, los ninivitas me matarán”, dijo Jonás, secándose el sudor de sus cejas. “¿Por qué deseará Dios que vaya?”. – Número de diapositiva 4
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“Ve y di a los ninivitas que son gente malvada”. Dios continuó, ignorando las débiles protestas de Jonás, nada entusiasmado ante la perspectiva de decir ese tipo de cosas a los ninivitas. ¿Por qué Dios no podía castigarlos simplemente por ser malvados? Se sentó bajo el olivo y se quedó mirando amargamente la lejanía.<br/>“¿Qué pasaría si los Ninivitas se arrepintiesen?”, preguntó Jonás a Dios. Él sabía que Dios era todo cordura y misericordia. “¡Podría quedar como un tonto e Israel no se convertiría en una gran nación!”.<br/>Jonás se rascó la cabeza. ¿Cuáles eran los planes de Dios? Sus pensamientos y temores le consumían, así que se le ocurrió un ingenioso plan. Decidió ignorar las instrucciones de Dios y escapar a una tierra lejana. – Número de diapositiva 5
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Esa noche, Jonás preparó su equipaje y huyó a la ciudad de Jafa. El puerto de Jafa estaba lleno de barcos y Jonás sabía que podría conseguir pasaje en uno que lo llevase lejos de Nínive. Se abrió camino a través de la muchedumbre bulliciosa hacia el concurrido puerto.<br/>“Espero que algún barco zarpe hoy mismo”, pensó Jonás, mientras miraba a los marineros que subían jarras de aceite y vino a los barcos.<br/>“¿Hay espacio para uno más?”, preguntó Jonás a la cubierta de un barco lleno. El capitán sonrió con avaricia y asintió: “Diez monedas de plata”. Estiró su regordeta mano y esperó a que Jonás contara su dinero. Jonás pagó su pasaje y se escabulló subiendo por la pasarela, la cabeza agachada. Sabía que Dios no estaba contento con su plan. – Número de diapositiva 6
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Finalmente, los marineros estuvieron listos para partir hacia Tarso. Jonás suspiró aliviado. ¡Después de todo, quizás podría escapar de Dios! Pero Dios sabía lo que Jonás planeaba. <br/>Mientras el barco surcaba el mar Mediterráneo, Dios envió una enorme tormenta.  Los vientos rugían a través de las velas como un tornado y las olas golpeaban los costados de la nave.<br/>“El barco se romperá en mil pedazos y nos ahogaremos”, se lamentaban los marineros al escuchar el aullido del viento y las olas.<br/>El capitán se puso de pie en medio del barco con sus brazos aferrados fuertemente al mástil. “¡Lanzad algo de carga por la borda!”, ordenó. “Así será más fácil controlar el barco”. Los marineros hicieron lo que indicaba el capitán, pero el barco seguía debatiéndose como un corcho entre las olas. – Número de diapositiva 7
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Entretanto, el capitán abrió la puerta de un camarote oscuro y no pudo creer lo que vio Jonás estaba tumbado, dormido y roncando como un elefante. “Jonás, ¿cómo puedes dormir?”, exclamó el capitán. “Levántate y reza a tu dios. ¡Quizás sienta lástima por nosotros y salve nuestras vidas!”. – Número de diapositiva 8
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Arriba, en la cubierta, los marineros habían empezado a acusarse entre sí. Decidieron lo siguiente: “Echaremos a suertes quién es el culpable de esta tormenta”. Salió el nombre de Jonás y lo miraron con sospecha. “¿Por qué nos acecha esta tormenta?”, le preguntaron. “¿Qué es estás haciendo aquí? ¿De dónde eres?”.<br/>“Soy Hebreo”, contestó Jonás. “Sirvo al Dios del cielo, quien también creó la tierra y el mar.” Los marineros temblaron de miedo. Habían oído muchas cosas del todopoderoso Dios de los hebreos.<br/>“Esta horrible tormenta es mi culpa”, reconoció Jonás avergonzado. “Si hubiese obedecido a Dios, no estaríamos en mitad de este desastre”. – Número de diapositiva 9
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“Bueno, ¿y qué podemos hacer para detener la tormenta?”, le preguntaron. Jonás sabía que Dios salvaría la vida de los marineros. “Si me arrojáis al mar”, dijo, “la tormenta amainará”.<br/>Jonás había caído en gracia a la tripulación, que no quería lanzarlo por la borda. Por el contrario, los marineros comenzaron a remar tan fuerte como podían en dirección a la costa. Pero los mares se encrespaban más aún y el barco navegaba en círculos. Finalmente, clamaron a Dios: “¡Por favor, no nos castigues por quitarle la vida a este hombre!”.<br/>Los marineros agarraron a Jonás y lo lanzaron a las olas embravecidas; de inmediato, el mar se quedó tan tranquilo como un cristal. ¡El barco se había salvado! – Número de diapositiva 10
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Dios no iba a permitir que Jonás muriera. Mientras el profeta prófugo se hundía hacia el fondo del mar, Dios envió un pez enorme para que se lo tragara. ¡Al pez le gustó esta idea! ¡Tenía hambre! Abrió sus grandes mandíbulas tanto como pudo, tragándose a Jonás completamente con su descomunal boca.<br/>Jonás se deslizó por encima de la rosada y espumosa lengua del pez y fue a parar al interior de su oscura barriga. Allí dentro hacía calor, todo estaba pegajoso y tan negro como la medianoche. El corazón de Jonás se estremeció de miedo y  cayendo de rodillas se puso a llorar. – Número de diapositiva 11
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Durante tres días y tres noches, Jonás sobrevivió dentro del enorme pez. ¡Fueron los tres días más largos de su vida! Jonás deseó haber hecho caso a Dios y rezó como nunca antes lo había hecho.<br/>Finalmente, Dios ordenó al pez que escupiera a Jonás fuera de su calurosa y oscura barriga. El pez abrió su boca y estornudó. <br/>¡ Aaaachíss! <br/>Jonás salió volando por los aires como una lanza y aterrizó accidentadamente en un playa de arena blanca. Ahora se encontraba cerca del territorio enemigo, pero eso no le importaba. Estaba listo para obedecer a Dios. ¡No quería regresar de nuevo al interior de un pez! – Número de diapositiva 12
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Jonás yacía despatarrado en la playa como una estrella de mar, cubierto de baba de pez y de arena. Finalmente se encontraba listo para escuchar a Dios.<br/>“Jonás, levántate y dirígete a la gran ciudad de Nínive”, ordenó Dios, “dile a la gente que se arrepienta”.<br/>Jonás no quería que lo conocieran como el profeta hediondo. Corrió hacia la orilla  y lavó su túnica en el calmado mar azul. Después se calzó sus sandalias de cuero y marchó hacia Nínive tan rápido como sus piernas tambaleantes pudieron llevarlo. – Número de diapositiva 13
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Pocos días después, Jonás llegó a las puertas de la ciudad. Hizo una pausa y se detuvo a mirar la muralla de gruesos bloques que protegía la ciudad de Nínive.  Una estatua espantosa del falso dios Lamassu la coronaba; sus ojos de piedra miraban fijamente a la gente de abajo.<br/>“¿Por dónde empiezo?”, se preguntó, rascándose la barba. La muralla se extendía tan lejos como alcanzaban a ver sus ojos. ¡No había caído en la cuenta de que Nínive pudiese ser TAN grande!<br/>Jonás respiró profundamente. Era hora de transmitir a la gente el mensaje de Dios. Caminó con grandes zancadas pasando junto a los soldados que vigilaban la entrada y se adentró en la ciudad. “¡Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida!”, gritaba mientras recorría las angostas calles pavimentadas. “Arrepentíos y volved a los caminos de Dios”.<br/>Los ninivitas se asomaban a ventanas y puertas, escuchando atentamente. Para consternación de Jonás, creyeron en el mensaje de Dios y decidieron cesar en su mal comportamiento. Rasgaron sus ropas y se vistieron con tela de saco para demostrar que estaban arrepentidos. – Número de diapositiva 14
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Cuando el mensaje de Jonás llegó a oídos del rey de Nínive, el monarca se levantó de su trono, rompió su fina bata y se vistió con tela basta. Después, se dejó caer sobre un gran montón de cenizas. Resulta difícil imaginarse a un rey volviéndose tan temeroso, pero era mucho lo que había escuchado sobre el gran Dios de los hebreos. <br/>Seguidamente, el rey se puso de pie y anunció: “Ninguna persona o animal deberá comer o beber”, ordenó. “Todos deberán vestir con tela de saco, orar al Dios de los hebreos y abandonar su mal comportamiento”.<br/>El rey se dirigió a sus consejeros: “¿Quién sabe? Quizás Dios deje de estar enojado y salvemos la vida”. ¡El rey se tomó tan en serio lo del arrepentimiento de la ciudad de Nínive, que hasta los animales tenían que usar tela de saco! – Número de diapositiva 15
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Cuando Dios vio que los ninivitas habían renunciado a sus maldades, decidió no castigarlos. ¡La gente se sintió muy aliviada! Jonás no estaba contento. Quería que Dios destruyera Nínive. ¡Si Dios permitía que los enemigos de Israel siguieran con vida, Israel nunca se convertirá en una gran nación! “Señor, ¿acaso no dije que esto podía pasar?”, murmuró Jonás. “Yo sabía que perdonarías a los ninivitas si se arrepentían. Ahora la gente pensará que soy un tonto. ¿Por qué no permites que me muera?”.<br/>“¿Qué derecho tienes a enfadarte?”, respondió Dios. Jonás no tenía una respuesta.  En su lugar, dio la espalda a Nínive y salió de la ciudad dirigiéndose a una colina cercana. Construyó un refugio de ramas y esperó a ver qué sucedía. “Quizás Dios cambie de idea y destruya Nínive”, pensó esperanzado.<br/>Dios decidió dar una lección a Jonás. Hizo que una planta creciera para proteger a Jonás del calor de la tarde. Jonás se estiró en la sombra y sonrió: “Así es como debe ser”, pensó. Pero al amanecer del siguiente día, un gusano atacó la planta.  Sus hojas se encogieron hasta desaparecer. El sol golpeó sobre la cabeza de Jonás hasta casi desmayarlo. – Número de diapositiva 16
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“Señor, no resisto más este calor”, gimió Jonás, “hace más calor que en un volcán.  Estaría mejor muerto. ¡Tan solo déjame morir!”.<br/>“¿Te crees con derecho a estar tan enojado por la planta?”, le preguntó Dios. “Sí, tengo todo el derecho a estar enojado. ¡Estoy suficientemente enojado como para morir!”, exclamó Jonás.<br/>“La planta creció un día y desapareció al otro. ¡Tú no hiciste que creciera, pero aun así estás enojado porque ya no está!”, señaló dijo Dios. “Yo creé a la gente de Nínive, desde los abuelos más viejos hasta los niños más pequeños ¿Acaso no tengo derecho a preocuparme por ellos? Después de todo la gente no sabe lo que hace”.<br/>Jonás se mordió los labios y miró fijamente el suel. – Número de diapositiva 17
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©Bible Pathway Adventures – Número de diapositiva 18