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El joven Daniel y sus amigos miraban desde las murallas de Jerusalén al feroz ejército babilónico que acampaba en el exterior. El profeta Jeremías había advertido a los hebreos que si continuaban adorando a dioses falsos los enemigos atacarían la ciudad. Ahora finalmente el rey de Babilonia y sus soldados estaban a las puertas de Jerusalén.<br/>El rey Nabucodonosor y su ejército asediaban la ciudad. No se permitía entrar o salir a nadie. A los hebreos se les había agotado la comida y sus estómagos gruñían. Estaban tan hambrientos que abrieron las puertas de la ciudad y dejaron que sus enemigos entraran.<br/>Los soldados derruyeron las murallas de la ciudad e incendiaron el palacio. Destruyeron las casas y robaron las preciadas copas de oro y plata del templo. Además, hicieron prisioneros a muchos hebreos, incluidos Daniel y sus amigos, y se los llevaron de vuelta a la poderosa ciudad de Babilonia – Número de diapositiva 1
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Para Daniel y sus amigos la vida era muy distinta en Babilonia. Los babilonios comían platos extrañas y adoraban a dioses falsos. Pero Daniel y sus amigos se mantuvieron fieles a los mandatos de Dios.<br/>“No alabaré a estos dioses”, dijo Daniel. “Son inútiles. Están hechos de madera y piedra”. Los amigos de Daniel se mostraron de acuerdo: “Oraremos sólo a Yahvé, el verdadero Dios de Abraham, Isaac y Jacob”.<br/>Al Rey Nabucodonosor le caían bien los muchachos de Jerusalén, aunque no adoraran a sus dioses. “Daniel y sus amigos son más inteligentes que nuestros jóvenes”, dijo el rey a sus colaboradores. “Enseñadles cosas sobre de Babilonia para que cooperen conmigo”.<br/>Los muchachos aprendieron cosas sobre de Babilonia durante tres años. Dios los protegía y les daba mucha sabiduría. Muy pronto llegaron a saber más que nadie. Cuando Daniel y sus amigos terminaron sus estudios, se quedaron en Babilonia y trabajaron para el rey. – Número de diapositiva 2
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Al ser Daniel el mayor del grupo, Dios le otorgó un don especial. Daniel podía interpretar los sueños y resolver misterios. Podía descifrar cosas que ninguna otra persona podía explicar en toda Babilonia. Los magos, hechiceros, astrólogos y sabios de Babilonia sentían celos del talento de Daniel. “Es nuestro trabajo comprender y descifrar los sueños y los misterios. ¿Cómo puede este hebreo saber más que nosotros?”.<br/>Una noche, el Rey Nabucodonosor tuvo un sueño aterrador sobre una estatua gigante. Su corazón se llenó de temor y mandó llamar a los magos: <br/>“Explicadme el significado de este sueño, o de lo contrario os mataré a todos”.<br/>Los magos se echaron a temblar. Por mucho que rogaron a sus dioses falsos, no podían explicar el significado del sueño del rey. El Rey Nabucodonosor sabía que los magos no tenían respuesta para su sueño. Se cansó de escuchar sus mentiras. “Los magos no saben nada”, dijo a sus guardias. “¡Acabad con ellos!”.<br/>Daniel, quien habían sido sentenciado a muerte junto con los demás magos, solicitó urgentemente audiencia ante el rey: “Majestad, por favor, dadme una oportunidad más. Mi Dios puede decirme el significado de tu sueño”. Esa noche, Daniel pidió a Dios que le explicara el sueño del rey. Y Dios lo hizo. Cuando el rey Nabucodonosor conoció el significado de su sueño, supo que Daniel le estaba diciendo la verdad. Le obsequió con presentes y lo nombró jefe de los magos de Babilonia. – Número de diapositiva 3
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Muchos años después, un nuevo rey llamado Belsasar comenzó a gobernar en Babilonia. No sabía nada de Daniel ni de su don especial para entender los sueños y resolver misterios.<br/>Mientras tanto, en una tierra muy lejana llamada Persia vivía un rey llamado Ciro. Había oído hablar de la magnífica ciudad de Babilonia y deseaba conquistarla para su reino. Reunió a todos sus soldados, caballos y carrozas y se puso en marcha hacia la ciudad para rendirla. <br/>Muy pronto los soldados persas llegaron a las puertas de Babilonia. Contemplando las enormes murallas de la ciudad, los soldados dijeron: <br/>“¿Cómo podemos atacar esta ciudad? Tiene murallas tan gruesos como casas. ¡Parece una fortaleza!”.<br/>El rey Ciro pensó brevemente y se le ocurrió un plan ingenioso: “No necesitamos derribar las protecciones de la ciudad. Hay un río que fluye a través de Babilonia”, dijo, señalando un gran montón de rocas cerca del rio. <br/>“Usad esas rocas para bloquear el río y reducir su caudal. Cuando el agua baje lo suficiente nos arrastraremos a lo largo del lecho del rio y alcanzaremos la ciudad”. – Número de diapositiva 4
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El rey Belsasar de Babilonia no tenía miedo de los enemigos que se encontraban fuera de la ciudad. “— Las murallas de la ciudad son altas y anchas, y nuestros almacenes están llenos de comida. No existe manera alguna de que el rey de Persia pueda derribar las murallas y apoderarse de Babilonia”.<br/>El rey Belsasar organizó una fiesta en el palacio para honrar a sus dioses. Invitó al príncipe de Babilonia a que se reuniera con él. Al príncipe le gustaba festejar en el palacio con el rey. Se vistió con la túnica más fina que tenía y se dirigió raudo a la fiesta.<br/>Las trompetas sonaron fuertemente y los tambores retumbaron. El príncipe cantó y bailó, y la fiesta duró toda la noche. Entonces el rey Belsasar se acordó de las copas de oro y plata que su abuelo el rey Nabucodonosor había robado del templo de Jerusalén, mucho tiempo atrás. Su corazón se llenó de orgullo y llamó a sus sirvientes: “Traed las copas del templo para beber en ellas”.<br/>Cuando le llevaron las copas, el rey Belsasar se puso de pie ante los príncipes y llenó las copas con vino hasta que rebosaron. Los asistentes le aclamaron y le aplaudieron, y alabaron a los dioses babilónicos por su buena fortuna. Pero Dios no estaba complacido. Decidió darle una lección al rey. – Número de diapositiva 5
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Dios no estaba contento con el comportamiento del rey Belsasar. No quería que las copas de oro y plata de su templo fueran usadas para burlarse de Él.<br/>Mientras la gente comía y cantaba, los dedos de una mano fantasmal aparecieron de repente de la nada y escribieron cuatro extrañas palabras en la pared junto a la que se encontraba el rey. Éste dejó de beber, el príncipe dejó de cantar y los músicos dejaron de tocar sus instrumentos.<br/>Tomando la lámpara de la mesa el Rey Belsasar caminó con grandes zancadas hacia la pared y contempló la misteriosa inscripción. La cara se le puso pálida y sus rodillas empezaron a temblar de miedo. “¿Qué dice la escritura?”, gritó a sus cortesanos. “Traed a los magos para me digan qué significan estas palabras”. – Número de diapositiva 6
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Los magos corrieron a palacio para analizar las extrañas palabras. El rey les dijo: “Si sois capaces de leer esta escritura y decirme qué significa, os colmaré de regalos”. Los magos se apiñaron frente a la pared y trataron de descifrar lo allí escrito. Pero ninguno de ellos pudo hacerlo.<br/>El rey Belsasar palidecía por momentos. “¿Por qué estos sirvientes inútiles no pueden decirme el significado de esas palabras?”, gritó. Al escuchar el alboroto provocado por el rey estaba, la reina se acercó a comprobar qué sucedía.<br/>“No tengas miedo”, dijo a su esposo. “En nuestro reino hay un mago hebreo llamado Daniel que puede explicar sueños y resolver misterios. Su dios le proporciona una gran sabiduría. Él te dirá lo que significan esas palabras”. – Número de diapositiva 7
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Rápidamente, el rey Belsasar hizo llamar a Daniel a palacio. “Dime lo que significa eso que está escrito y te colmaré de regalos y te convertiré en gobernante en mi reino”.<br/>Daniel se inclinó ante el rey. “Majestad, no quiero tus regalos. Pero te diré lo que las palabras significan”. Examinó cuidadosamente la escritura de la pared. “Dice: ‘Mene, Mene, Tekel, Uparsin,’ que significa que Dios no está complacido por cómo vives tu vida. Está a punto de darle tu reino al rey de Persia y ha decidido que pronto morirás”.<br/>Esa misma noche, los soldados persas recorrieron el cauce seco del rio, se arrastraron bajo las murallas de la ciudad e invadieron Babilonia. Oyendo que los persas irrumpían en el palacio, el rey corrió a esconderse debajo de una mesa. Pero los invasores lo apresaron y lo mataron, tal como había dicho Dios. – Número de diapositiva 8
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El ejército persa tomó Babilonia y un nuevo rey llamado Darío gobernó el país. Babilonia era grande y poderosa, así que el rey eligió a muchos magos para que le ayudaran a gobernar a tanta gente.<br/>El rey Darío escuchó que Daniel era el más sabio de los magos. Dijo a Daniel: “Te haré el hombre más poderoso de Babilonia, después de mí. Puedes ayudarme a gobernar a los magos y a la gente”.<br/>Los magos estaban celosos de la amistad especial que Daniel tenía con el rey. “¿Por qué el rey ha convertido a Daniel en nuestro jefe?”, se quejaban. “Él es hebreo y adora a un dios extraño”.<br/>Por más que lo intentaban, no conseguían perjudicar a Daniel. Era honesto <br/>y sabio, y trabajaba más duro que los otros magos. “Tenemos que hacer algo para meter a Daniel en problemas”, acordaron. – Número de diapositiva 9
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Aunque Daniel era el jefe de los magos, no adoraba a los dioses falsos hechos de madera y piedra. Él amaba al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Todos los días, abría las ventanas de su casa y rezaba al Dios de los israelitas.<br/>Un día, cuando los magos vieron a Daniel orando, tuvieron una idea malévola. “La única manera de perjudicar a Daniel es conseguir que el rey apruebe una ley en contra de su dios”. <br/>“Con suerte Daniel desobedecería la ley”, añadió otro de los magos. “Entonces el Rey Darío tendría que arrojarlo a los leones”. Los magos se acudieron raudos a palacio y hablaron con el rey. “Majestad, creemos que deberías instaurar una ley que diga que todos deberían adorarte a ti como dios durante los próximos treinta días. Quien adore a otro dios, será a los leones”.<br/>El rey Darío se hinchó de orgullo. Le encantaba la idea de que la gente le adorara como si fuera un dios.<br/>Antes que el rey Darío cambiara de parecer, los magos redactaron la ley sobre una tabla de barro y se la mostraron al rey. “Majestad, firma aquí para que la ley no pueda ser cambiada”. El rey Darío cogió la tabla, le puso el sello con su anillo real y así la convirtió en una nueva ley del reino. El monarca no tenía idea de que los magos habían planeado esa ingeniosa trampa para atrapar a su amigo Daniel. – Número de diapositiva 10
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Cuando Daniel escuchó la noticia sobre la nueva ley, regresó a su casa y abrió las ventanas que miraban hacia su viejo hogar en Jerusalén. “Me gusta el rey, pero amo más a mi Dios”, dijo. Se arrodilló y oró tal y como siempre lo había hecho.<br/>Los magos se reunieron fuera de la casa de Daniel y le vieron orando. Entonces, frotándose las manos, corrieron de vuelta al palacio para decirle al rey lo que habían visto. “Majestad, ¿recuerdas que firmaste una ley por la que la gente debía, durante los próximos 30 días, adorarte solamente a ti?”.<br/>“Daniel no la ha acatado”, acusaron los magos. Se miraron entre ellos otros con muecas maliciosas. “Ha quebrantado la ley orando a su dios. Recuerda que dijiste que quien desobedeciera esta ley sería castigado”.<br/>El rey se sujetó la cabeza con sus manos y gimió. “Daniel es mi mejor sirviente. No quiero que sea arrojado a los leones”. Los magos se juntaron alrededor del rey. “Ésta es la ley de Babilonia”, le recordaron. “No puedes cambiarla. Nadie puede hacerlo”. – Número de diapositiva 11
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El rey estaba determinado a librar a Daniel de una muerte segura con los leones. Pensó durante todo el día pero no pudo dar con una manera de salvar a su fiel sirviente. “¿Por qué acepté ser adorado como un dios?”, suspiró. Mas no había nada que pudiera hacer para salvar a Daniel. Con enorme pesar en el corazón, el rey dijo a sus guardias: “Arrojad a Daniel a la cueva de los leones”.<br/>Los guardias obedecieron rápidamente y llevaron a Daniel a la guarida de <br/>los leones fuera del palacio. Los leones no habían comido en semanas y sus estómagos gruñían. Afilando sus garras en las paredes de piedra, miraban a Daniel y se relamían.<br/>El corazón de Daniel latía violentamente. Se puso de pie en la entrada de la guarida y contempló fijamente la entrada de la leonera. “Confiaré en ti, mi Dios”. Los guardias abrieron la puerta, tomaron a Daniel por los brazos y las piernas y lo balancearon hacia adelante y hacia atrás: “Uno… dos… tres…” Y arrojaron a Daniel dentro de la guarida. Daniel cayó dando tumbos escaleras abajo hasta que desapareció en la oscuridad. <br/>El rey Darío se asomó a través de la entrada y llamó a Daniel: “Reza a ese Dios a quien sirves. Él puede salvarte”. Para asegurarse de que Daniel no escapara, los guardias colocaron una enorme roca sobre la boca de la cueva. El rey dejó en ella la marca de su anillo para que nadie la tocara. – Número de diapositiva 12
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Dentro de la guarida, Daniel se puso de pie y se sacudió la tierra de su túnica. Era difícil saber dónde estaba. Del techo colgaban murciélagos y por las paredes corría agua. Hacía mucho frío y olía realmente mal.<br/>Los leones caminaban en círculos, exhibiendo sus afilados dientes. Estaban hambrientos y Daniel despedía un olor delicioso. Daniel miró preocupado a los leones. Eran inmensos y aterradores, y parecían necesitados de comer. Pero él confiaba en Dios. Poniéndose de rodillas oró: “Dios, por favor, sálvame de estos leones si es tu voluntad”.<br/>Esa noche Dios contestó las oraciones de Daniel y envío un ángel para que cerrara la boca a los leones y así no pudieran comérselo. En vez de comérselo, los leones se quedaron dormidos al lado de Daniel y roncaron toda la <br/>noche. “Dios, gracias por protegerme”, dijo Daniel emocionado. Sabía que su confianza en Dios había sido recompensada. – Número de diapositiva 13
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En el palacio, el rey Darío pasó la noche dando vueltas en la cama. No podía dejar de pensar en Daniel dentro de la guarida de los leones. De todo corazón, esperaba que el dios de Daniel lo salvara.<br/>Temprano por la mañana, el rey saltó de su cama y corrió hacia la guarida para comprobar por sí mismo si Daniel aún estaba vivo. Ordenó a los guardias romper el sello real. Entonces, se asomó a través de la entrada de la guarida. “¿Daniel, estás vivo?”, gritó. “¿Te protegió tu Dios frente los leones?”.<br/>Daniel miró hacia arriba y contestó: “Mi Dios envió un ángel para cerrar la boca a los leones y que no me comieran. Dios sabe que no he hecho nada malo”. El rey aplaudió y bailó de alegría: “Estoy tan contento de que estés vivo!”.<br/>Rápidamente, los guardias sacaron a Daniel de la guarida de los leones y se quedaron mirándolo con asombro. No pudieron encontrarle ni un rasguño. “El dios de Daniel le ha salvado”, dijeron. – Número de diapositiva 14
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Todos se alegraban de que Daniel estuviera vivo. Todos menos los malvados magos. ¡Estaban furiosos! Pataleando, decían: “Alguien debió de haber alimentado a los leones, por eso no tenían hambre. No puede ser que el dios de Daniel le haya protegido, de ninguna manera”.<br/>El rey Darío sabía que los magos eran malvados y los castigó por haber metido a Daniel en problemas. “Arrojad a estos hombres a los leones. Veamos si los leones tienen hambre ahora”. Pero esta vez los leones no tuvieron piedad e hicieron pedazos a los enemigos de Daniel.<br/>El rey Darío supo en su corazón que había sido el dios de los hebreos quien había protegido a Daniel de los leones. Elaboró una nueva ley que decía que toda la gente de Babilonia debía adorar al Dios de Abraham, Isaac y Jacob.<br/>Además, envío cartas a todos los rincones del país: “¡El Dios de los Hebreos es el único Dios verdadero y Él es el más poderoso!”. El rey quería que el mundo supiera que ese poderoso Dios había salvado a su fiel sirviente Daniel.<br/>De aquel día en adelante, Daniel y sus amigos vivieron en paz en el reino de Babilonia. Nunca olvidarían la noche en que Dios salvó a Daniel de los leones. – Número de diapositiva 15
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©Bible Pathway Adventures – Número de diapositiva 16